La calidad del vínculo de apego tiene un impacto importante en varios procesos evolutivos. En primer lugar, tiene una fuerte influencia en la formación de la autoestima: un niño que se siente amado, valorado y considerado "especial" por su cuidador, es un niño que aprende a percibirse como una persona fuerte y competente, digna de cuidados y amor.
En segundo lugar, el vínculo de apego juega un papel fundamental en cómo el niño como adulto interactuará con el mundo exterior. Una buena calidad de apego proporciona al niño una base segura en la que puede confiar en caso de necesidad y desde la que puede partir para explorar el mundo. Por lo tanto, proporciona las primeras e importantes herramientas con las que el niño puede comenzar a construir su independencia.
Otros factores a menudo relacionados con una mejor calidad del apego son una buena regulación emocional, un mejor funcionamiento social y mayores capacidades cognitivas.
Otros estudios, sin embargo, muestran cómo diferentes formas de apego inseguro se asocian con rigidez emocional, dificultades en las relaciones sociales, habilidades de atención y empatía.
Además, los apegos inseguros son un factor predisponente para la aparición de algunos trastornos psicológicos, con inicio principalmente en la adolescencia, incluyendo ansiedad, depresión, trastornos alimentarios y en los casos más graves también trastornos psicóticos. Además, aquellos con un estilo de apego desorganizado también pueden desarrollar síntomas disociativos y presentan una mayor predisposición, después de experiencias traumáticas, a la aparición del Trastorno de Estrés Postraumático.
Otro factor estrechamente relacionado con la calidad del apego es la tolerancia a la frustración y al estrés. Los niños con apego inseguro generalmente presentan niveles más bajos de tolerancia a la frustración.