Como ya hemos hecho en anteriores publicaciones, hoy nos detendremos a conceptualizar otra emoción concreta. En esta ocasión explicaremos la emoción más frecuente del ser humano: el miedo. Hablamos en este artículo sobre qué función tiene, como lo percibimos, como actuamos al sentirlo y cuáles son sus expresiones más frecuentes.
El miedo es una emoción que se caracteriza por una sensación muy desagradable e intensa que experimentamos cuando percibimos un peligro tanto si es real como imaginario.
El miedo proviene de la parte más primitiva de nuestro cerebro, que se encarga de los instintos más primarios y del sistema límbico que regula las emociones. Es por lo tanto la emoción más primitiva o animal que tenemos y biológicamente su función es prepararnos para la supervivencia y poder dar una respuesta rápida y eficaz a un riesgo o una amenaza vital. Originariamente esta emoción era la que mantenía la supervivencia de nuestra especie y se despertaba ante amenazas reales.
Hoy en día, en cambio, el disparador del miedo se activa en un gran número de situaciones que muchas veces no son amenazas reales para nuestra supervivencia, sino ilusiones o exageraciones, aun así, nuestras defensas se activan de un modo automático y los síntomas que podemos experimentar son los mismo que si de un peligro real se tratase.
El miedo pese a todo tiene una función muy importante y positiva, hacer que ante un peligro nos detengamos y actuemos con prudencia. Sin miedo nos atreveríamos a realizar cosas demasiado arriesgadas para nuestra vida y nuestra supervivencia.
La energía de esta emoción es de contracción, la energía se retrae hacia dentro y sentimos que alguna situación o cosa externa nos agobia tanto que nos empequeñece, acobarda e incluso nos puede llegar a bloquear.
En comparación a la rabia que tiene una energía expansiva que tiende hacia fuera y lleva a la acción, el miedo tiene una respuesta inhibitoria que nos invita a retirarnos de la situación desencadenante del miedo. Es una energía angustiante que ante una amenaza nos produce el ponernos en tensión, alerta y sentimos un malestar general. Notamos una presión, un nudo, un bloqueo que se traduce en una sensación física o en pensamientos e ideas negativas que a su vez retroalimentan el malestar. El miedo tiene muchos tipos de expresión en función del tipo, el grado y la intensidad con la que la experimentamos, es la emoción más común de todas y puede aparecer camuflada ante otras manifestaciones como pueden ser: inseguridades, ansiedad, estrés, insomnio, pánico, timidez, etc.
La mayoría de estas manifestaciones del miedo pueden afectar de modo negativo nuestro día a día y pueden derivar en una infinidad de síntomas físicos: Tensión en el cuerpo, estado de alerta, nerviosismo, temblores, hiperventilación, taquicardia, bloqueo, tics corporales, etc.
Si estas manifestaciones son muy habituales, intensas y llegan a producir bloqueos y evitación ante diversas situaciones de la vida sería recomendable buscar ayuda de un profesional.
Bibliografía:
Lega, L & Sorribes, F (2013) Una nueva guía para manejar sus emociones, manual y ejercicios prácticos de Terapia Racional Emotiva Conductual - TREC. Institut Ret, Barcelona.
Llenas, A, (2018) Diario de las emociones. Fanbooks, Barcelona