Como ya hemos realizado en anteriores publicaciones, hoy nos detendremos a conceptualizar otra emoción. En este artículo nos centraremos en la rabia: qué función tiene, como la percibimos, como actuamos al sentir esta emoción y cuáles son sus expresiones más frecuentes.
La rabia también es conocida como ira, es una emoción que surge ante la frustración de querer obtener algo y no poder tenerlo y ante la sensación de injusticia.
Evolutivamente, la rabia tiene una acción defensiva de supervivencia, aparece ante estímulos que el organismo puede interpretar como amenazadores para nuestra supervivencia o bienestar, o para eliminar factores que se pueden interponer en la consecución de un deseo o necesidad.
Comparando esta emoción con la alegría, la rabia presenta unas conductas sociales muy diferentes, ya que la alegría nos lleva a querer unirnos a otras personas y por el contrario la rabia nos lleva a querer distanciarnos.
La energía de la rabia es expansiva, de dentro hacia fuera, la rabia quiere salir y descargarse, es una energía intensa y físicamente se puede llegar a sentir como si algo nos oprimiese desde dentro, o la sensación de estar “en ebullición”.
Las maneras en las que la rabia se expresa en el cuerpo son varias: tensión muscular, presión en los dientes, se cierran los puños, se disparan los niveles de adrenalina y noradrenalina, sube el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, hay dificultades de contención, sensación de subida de temperatura, etc.
La rabia es una de las emociones más tóxicas y destructivas, puede aparecer desde una ligera irritabilidad hasta una gran indignación o furia. El principal problema que conlleva la expresión de la rabia es que, por su naturaleza expansiva, puede acabar saliendo de modo explosivo y descontrolado, pudiendo generar dolor en el entorno y en los diferentes ámbitos de la vida.
Pero la motivación de la rabia no es siempre negativa. De hecho, es una emoción necesaria ya que nos ayuda a identificar y tomar acción ante las injusticias, las ofensas, a marcar ciertos límites para poder mantener nuestra individualidad.
Lo más negativo de la rabia es su expresión cuando se hace de forma desadaptativa, por este motivo es especialmente importante aprender a reconocerla y gestionarla correctamente, para evitar así que nos domine y nos lleve a hacer daño a alguien y en consecuencia también a nosotros mismos. Por lo tanto, es importante aprender a detectar los momentos en los que nuestra energía es tan intensa que nos impide ver con claridad y esperar a calmarnos para poder pensar antes de actuar.
Deberíamos aprender a ser capaces de expresar aquello que queremos, nuestra autonomía y nuestros límites sin agredir a otra persona, moderando la emoción y encontrando modos constructivos para canalizar la energía que produce esta emoción.
Bibliografía:
Lega, L & Sorribes, F (2013) Una nueva guía para manejar sus emociones, manual y ejercicios prácticos de Terapia Racional Emotiva Conductual - TREC. Institut Ret, Barcelona.
Llenas, A, (2018) Diario de las emociones. Fanbooks, Barcelona