La ansiedad y el estrés son las palabras que más se utilizan para definir lo que sentimos ante situaciones que nos sobrepasan o ante el miedo por lo que vendrá. A menudo, se emplean por igual y es muy común que la mayoría de las personas que llegan a terapia con problemas de este tipo no tengan una idea clara de qué significa cada termino, o de si son realmente intercambiables. Lo cierto es que incluso después de décadas de investigación psicológica, las fronteras entre lo que denominamos estrés o ansiedad siguen siendo debatidas, por lo que es perfectamente normal que exista cierta confusión. Para ayudar a aclarar qué es el estrés y qué es la ansiedad, en esta publicación vamos a poner el foco en sus principales diferencias, haciendo así más fácil su identificación.
En anteriores publicaciones ya hemos definido el concepto de ansiedad y también hemos hablado de distintos tipos de estrés, como el estrés laboral. Si recuperamos estas definiciones parece fácil comprender porque se suelen confundir, ya que en ambos casos se trata de una respuesta física y emocional que se produce en las personas cuando las demandas de una determinada situación superan su capacidad percibida para afrontarla. Cuando esto ocurre, se activan de manera automática mecanismos, tanto mentales como a nivel corporal, que nos permiten prepararnos para ser capaces de enfrentarnos al peligro o bien huir de él. Los síntomas físicos, que suelen incluir palpitaciones, elevado ritmo cardíaco, tensión muscular o fatiga, son comunes en los dos casos y de ahí que puedan sentirse de manera muy similar y sean difíciles de distinguir. Aún así, existen algunas diferencias que serán clave para entender bien qué es lo que estamos experimentando y si debemos o no preocuparnos (American Psychology Associaton, 2022).
Para empezar, es importante fijarnos en el origen o la causa de cada respuesta. El estrés suele aparecer antes situaciones concretas, fácilmente identificables y que suponen un reto para la persona. Estas situaciones pueden ser de todo tipo, desde situaciones complejas en el trabajo, como cumplir una entrega en poco tiempo, a estudiar con poco tiempo para un examen importante e incluso realizar una mudanza o discutir con un familiar. En cambio, la ansiedad tiene un origen mucho menos evidente y, en ocasiones, puede incluso surgir sin un desencadenante aparente. La ansiedad está estrechamente vinculada al miedo anticipatorio, que se caracteriza por una sensación de preocupación persistente ante la posibilidad de que algo malo ocurra. Esto dificulta la identificación de su origen ya que no va vinculada a algo que está ocurriendo en el momento. Para facilitar la comprensión de este punto proponemos un ejemplo: el estrés es lo que experimentaríamos si nos encontráramos frente a frente con un perro agresivo, mientras que la ansiedad es lo que sentiríamos cuando sabemos que próximamente visitaremos a un amigo que tiene un perro agresivo (Daviu et al., 2019).
Otro punto importante que nos puede ayudar a diferenciar el estrés de la ansiedad es el curso que tienen cada una de estas respuestas. En el caso del estrés, al ser de naturaleza situacional, suele desaparecer ante la ausencia del estimulo desencadenante. Así, cuando el examen haya terminado, o cuando se haya cumplido la fecha límite para la entrega, el cuerpo volverá a su estado normal, dado que ya no tendrá que hacer frente a ningún estresor. En cambio, la ansiedad tiene un carácter más persistente, y no siempre desaparece antes la ausencia de un estimulo concreto. Esto se debe a que, como ya como hemos dicho antes, un rasgo fundamental de la ansiedad es su naturaleza anticipatoria. En algunos casos, la ansiedad puede mantenerse en el tiempo, sin que eso implique que haya peligros reales, únicamente alimentándose de la percepción de una posible amenaza futura.
Es importante recordar que ni el estrés ni la ansiedad son negativos cuando se experimentan en su justa medida, ya que nos pueden ayudar a reaccionar ante situaciones difíciles o evitar ciertos peligros. Se trata de reacciones naturales de nuestro organismo que tienen una función adaptativa que nos ayuda. El problema viene cuando estas reacciones se mantienen demasiado tiempo, acumulando situaciones estresantes que puedan llevar al estrés crónico, o en el caso de la ansiedad, evitando situaciones por sistema, por un miedo anticipatorio no racional. Si esto ocurre es importante tomarlo como un aviso y tomar medidas, dado que pueden llegar a suponer una amenaza para nuestra salud.
Las principales estrategias de afrontamiento para reducir el estrés y la ansiedad consisten en realizar ejercicio físico, tener una dieta saludable y una buena higiene del sueño. Además, el apoyo social también es clave para poder tolerar mejor los momentos de estrés o ansiedad. Por último, si esto no funciona y no es posible eliminar los estímulos estresores, acudir a terapia puede ser muy beneficioso para desarrollar más estrategias de afrontamiento y buscar un equilibrio más saludable (APA, 2022).
Referencias:
American Psychological Association. (2022). What’s the difference between stress and anxiety? Psychology Topics: Stress (Feb 2022). apa. org/topics/stress/anxietydifference.
Daviu, N., Bruchas, M. R., Moghaddam, B., Sandi, C., & Beyeler, A. (2019). Neurobiological links between stress and anxiety. Neurobiology of stress, 11, 100191.