En el marco de un proceso terapéutico se habla del concepto de resistencia al cambio para referirse a cualquier comportamiento del cliente, del terapeuta o de personas externas, que interfiera en el curso de la terapia, dificultando así el logro de resultados terapéuticos satisfactorios (Bados y García, 2011). Así pues, la resistencia es uno de los conceptos más problemáticos y, a la vez, uno de los más cruciales a la hora de determinar el éxito o fracaso del proceso terapéutico (Wachtel, 2001). Para comprender mejor este fenómeno, a continuación, vamos a dar algunos ejemplos e identificar el origen de las distintas resistencias, que pueden ser debidas a fuentes internas o externas.
Algunos indicios de que está habiendo cierta resistencia al cambio pueden ser faltar a las citas, no contestar a las preguntas del terapeuta o hacerlo muy brevemente, no realizar las actividades entre sesiones, mostrar una actitud negativa hacia el terapeuta, cambiar frecuentemente de tema o de objetivos, etc (Bados y García, 2011). Es importante recalcar que estas señales no tienen porqué indicar que el cliente no quiera cambiar, sino que son simplemente una muestra de la resistencia por mantener su vida al nivel de seguridad y estabilidad conseguido hasta ahora. De hecho, cualquier terapeuta experto, independientemente de su orientación, estaría de acuerdo en que “culpabilizar” al paciente por estas características es inadecuado y contraproducente. El paciente está simplemente siendo “el mismo” y es a partir de la observación de ese comportamiento que el terapeuta podrá conceptualizar el tipo de resistencia y trabajarla (Wachtel, 2001).
Identificar el origen de las resistencias es importante para poder así poder establecer una pauta de actuación. En este sentido, es importante separar las resistencias que parten de fuentes internas, es decir relacionadas con el propio paciente, de las fuentes externas, que serán todas aquellas que provienen de variables ambientales o relativas al terapeuta. A continuación, citamos algunos de los ejemplos principales de cada fuente de resistencia (Bados y García, 2011).
Fuentes de resistencia internas:
- Perseguir otros objetivos distintos que los terapéuticos, como por ejemplo buscar una amistad o una relación social, contentar a personas allegadas que quieren que el paciente cambie, buscar la confirmación de que los propios problemas son incurables y liberarse así de toda responsabilidad, etc.
- Falta de motivación por venir a terapia, siendo por ejemplo el motivo de empezar el proceso, atender a una demanda externa. También puede haber falta de motivación por percibir que el tratamiento es demasiado exigente o tras haber superado ya los peores momentos de una crisis.
- Expectativas negativas de mejora debidas a tratamientos pasados que no tuvieron éxito o que incluso terminaron siendo malas experiencias.
- Expectativas poco realistas de mejora en relación a los tiempos, esperando conseguir grandes cambios en un plazo demasiado corto.
- Miedo a descubrir a otro la propia intimidad, sobretodo en relación problemas o pensamientos socialmente inapropiados y al temor por lo que pueda pensar el terapeuta, sobretodo en las primeras sesiones, cuando aún no se ha establecido un vínculo terapéutico.
- Problemas de memoria o comprensión en relación a lo que ocurre en la vida del paciente, o a los pasos que debe dar de acuerdo con lo trabajado en la terapia.
- Falta de habilidades importantes para llevar a cabo las tareas requeridas en el tratamiento.
- Miedo a descubrir aspectos propios que serían difíciles de asumir con tal de protegerse del sentimiento de vergüenza o culpa, lo cual lleva a minimizar el problema o factores importantes del mismo.
Fuentes Externas:
- Retirada del reforzamiento social o aplicación de castigos por parte de personas del entorno del paciente, sobretodo en casos donde la persona logra cambios de comportamiento que pueden no encajar con su círculo social.
- Falta de apoyo social para el cambio o reforzamiento por parte de otros de sus conductas problemáticas. Esto puede darse cuando el comportamiento que se pretende cambiar favorece a otras personas de su entorno.
- Cambios ambientales interferidores como más responsabilidades en la familia o el trabajo, nuevas obligaciones, problemas económicos o enfermedades que dificulten el proceso terapéutico.
- Actuaciones inadecuadas de la terapeuta como juzgar al paciente, errar en la identificación del problema principal a tratar, imposición de metas que no son las deseadas por el paciente, tratamientos excesivamente largos o demasiado simplificados, etc.
Es importante destacar que las resistencias comentadas son normales e incluso esperables en un proceso terapéutico y que será trabajo del profesional poner el foco de la terapia sobre estos factores, para así poder trabajarlos conjuntamente con los pacientes. Tal y como apunta Wachtel (2001), entender las resistencias de manera más saludable y humana puede reducir la frustración e incluso aumentar las buenas sensaciones durante la terapia, tanto para el paciente como para el terapeuta.
Referencias:
Bados, A., & Garcia-Grau, E. (2011). Habilidades terapeuticas [Monografia]. Barcelona: Universidad de Barcelona.
Paul, L. W. (2001). La resistencia como problema teórico y práctico. Revista de psicoterapia, 12(46), 119-132.