El alcoholismo se define como un consumo problemático de alcohol que provoca un deterioro o malestar significativo. Este trastorno se manifiesta al menos por dos de los hechos siguientes:
En el trastorno por consumo de alcohol se presenta un conjunto de síntomas físicos y conductuales, entre los que están la abstinencia, la tolerancia y el deseo intenso de consumo. Una vez que se desarrolla un patrón repetitivo e intenso de consumo, las personas con trastorno por consumo de alcohol pueden emplear gran cantidad de tiempo en obtener y consumir bebidas alcohólicas (1).
Las primeras intoxicaciones por alcohol suelen suceder en la adolescencia y aunque no se cumplen todos los criterios para diagnosticar un trastorno por consumo de alcohol, si presentan problemas aislados relacionados con dicho consumo. Estos problemas se van agravando con el tiempo y el consumo repetido. La mayoría de las personas con este trastorno lo desarrollan entre los 20 y 30 años.
En el alcoholismo suelen haber períodos de recuperación y de recaída intermitentes. Generalmente, la decisión de dejar de beber viene tras una crisis, y es frecuente que haya periodos de abstinencia o de bebida controlada que duran semanas o meses. Sin embargo, una vez que se vuelve a consumir alcohol, es muy probable que el consumo aumente rápidamente y que vuelvan a aparecer los problemas graves (1).
Entre los factores de riesgo ambientales y psicológicos están la actitud cultural hacia la bebida y la intoxicación, la disponibilidad del alcohol, las experiencias personales adquiridas con el alcohol, expectativas exageradamente positivas sobre los efectos del alcohol y las habilidades inadecuadas para el afrontamiento del estrés.
En cuanto a los factores genéticos, el riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de alcohol es entre 3 y 4 veces mayor para los hijos de las personas con este trastorno. Este riesgo aumenta para las personas con un mayor número de familiares afectados por este trastorno, lo cual indica una fuerte influencia genética en el desarrollo del alcoholismo.
Los rendimientos académico y laboral pueden deteriorarse por los efectos del alcohol, pueden descuidarse responsabilidades domésticas, académicas y laborales, y con frecuencia hay absentismo laboral o escolar. La persona con este trastorno puede llegar a consumir alcohol en circunstancias peligrosas (p. ej., al conducir un coche, operar con maquinaria). Además, puede continuar consumiendo a pesar de que sabe que dicho consumo le ocasiona problemas físicos importantes como amnesia, afección hepática; problemas psicológicos como depresión; problemas interpersonales como discusiones violentas con la pareja o personas cercanas.
Para tratar el trastorno por consumo de alcohol es necesario llevar a cabo una evaluación detallada del paciente. En esta evaluación se deben tener en cuenta factores como el consumo actual de alcohol, los patrones de bebida tanto históricos como recientes, el nivel de dependencia a esta sustancia, la presencia de problemas relacionados con el alcohol (p. ej. problemas físicos, familiares, laborales, legales, etc.), el consumo de otras drogas o que se presenten otras adicciones (p. ej. adicción al juego), que el paciente presente otro problema psicológico, el nivel de motivación para iniciar el tratamiento, así como sus creencias respecto al cambio (2).
Una vez realizada la evaluación del caso, se establecen los objetivos de tratamiento que pueden ser el conseguir un patrón de bebida controlado (para aquellos pacientes que todavía no han desarrollado una dependencia severa al alcohol) o la abstinencia (para aquellos casos en los que hay una clara dependencia al alcohol y que ya han intentado repetidas veces reducir su consumo).
En el primer caso, el tratamiento se centra en reeducar al paciente y cambiar su patrón de bebida para que tenga unos hábitos de consumo más saludables. En el caso de pacientes que buscan la abstinencia, el tratamiento se centra en la prevención de recaídas y para ello se emplean diversas técnicas de terapia cognitivo conductual como son técnicas de autocontrol, la reestructuración cognitiva, el entrenamiento en resolución de problemas, el entrenamiento en habilidades sociales, técnicas para el manejo del estrés y la ansiedad, entre otras.
El alcoholismo es un trastorno complejo en el que intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales, por lo tanto, debe tratarse teniendo en cuenta dichos factores a fin de lograr que el paciente consiga un estado de equilibrio en los diferentes aspectos de su vida. De esta forma, la persona se encontrará más protegida y se podrán prevenir las recaías de una forma más efectiva y duradera (4).
Referencias
1. American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental disorders, 5th Edition. Arlington, VA: Authors, 2013.
2. National Institute for Health and Care Excellence (NICE). Alcohol-use disorders: diagnosis, assessment and management of harmful drinking and alcohol dependence. 2011. Available from: https://www.nice.org.uk/
3. Becoña, E. Alcoholismo. En Vallejo Pareja, M.A. Manual de terapia de conducta. Madrid: Dykinson, 1998.
4. Gorski, T.T. and Miller, M. Staying Sober: A Guide for Relapse Prevention. Independence, MO: Independence Press, 1986.
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