El trastorno de pánico se caracteriza por la presencia repetida de ataques de pánico inesperados. Un ataque de pánico es la aparición súbita de miedo o de malestar intenso que alcanza su máxima expresión en pocos minutos. Durante este tiempo se producen cuatro o más de los síntomas siguientes:
• Palpitaciones, aceleración de la frecuencia cardíaca.
• Sudoración.
• Temblores o sacudidas.
• Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
• Sensación de ahogo.
• Dolor o molestias en el tórax.
• Náuseas o malestar abdominal.
• Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
• Escalofríos o sensación de calor.
• Sensación de entumecimiento o de hormigueo.
• Desrealización o despersonalización.
• Miedo a perder el control o de “volverse loco”.
• Miedo a morir.
A estos síntomas los puede acompañar una sensación de peligro inminente y una intensa necesidad de escapar. Tras sufrir estos ataques de pánico, las personas se quedan con preocupaciones frecuentes sobre la aparición de nuevos ataques y las consecuencias que éstos puedan tener (p. ej., miedo a perder el control, tener un ataque al corazón, “volverse loco”). Además, se pueden presentar cambios en el comportamiento relacionados con los ataques (p. ej., comportamientos destinados a evitar los ataques de pánico, como evitación del ejercicio o de las situaciones no familiares, evitar situaciones estresantes o sustancias excitantes como la cafeína) (1).
El trastorno de pánico es uno de los trastornos de ansiedad más frecuentes. Algunos estudios epidemiológicos han descrito que entre el 2 y el 5% de la población lo sufrirá en algún momento de la vida. Este trastorno suele aparecer entre los 20 y los 30 años, aunque puede presentarse a cualquier edad y afecta con mayor frecuencia a mujeres que a hombres en una proporción de 2:1 aproximadamente (1,2).
En el origen del trastorno de pánico intervienen varios factores como son los psicológicos (rasgos de personalidad y sensibilidad a la ansiedad), los biológicos (factores neuroanatómicos y genéticos) y los ambientales (situaciones estresantes como enfermedades, muerte de un familiar, experiencias negativas con fármacos o drogas, etc.) (3–7).
Para el tratamiento del trastorno de pánico, las terapias que cuentan con mayor reconocimiento y de cuya eficacia hay más evidencias son la terapia farmacológica y la terapia psicológica de tipo cognitivo conductual, por lo que se han convertido en los tratamientos de primera elección para este trastorno. Se considera que tanto la terapia farmacológica como la terapia cognitivo conductual son eficaces en la reducción y eliminación de los síntomas del trastorno de pánico. Sin embargo, es importante destacar que se ha demostrado que los efectos terapéuticos obtenidos con la terapia cognitivo conductual se mantienen durante más tiempo que cuando se emplean tratamientos farmacológicos, además de no tener efectos secundarios (8-11).
Con la terapia cognitivo conductual, los psicólogos pretendemos disminuir las interpretaciones catastróficas que los pacientes hacen de sus síntomas físicos, reduciendo así el miedo y la preocupación. Por otra parte, se busca reducir la ansiedad y ayudar al paciente a dejar de evitar las situaciones temidas. Para ello, se emplean varias técnicas como son la psicoeducación, la reestructuración cognitiva, las exposiciones interoceptivas, las exposiciones en imaginación y en vivo, el entrenamiento en respiración controlada y el entrenamiento en relajación (12).
Referencias
1. American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental disorders, 5th Edition. Arlington, VA: Authors, 2013.
2. Alonso J, Angermeyer MC, Bernert S, Bruffaerts R, Brugha TS, Bryson H, et al. Prevalence of mental disorders in Europe: Results from the European Study of the Epidemiology of Mental Disorders (ESEMeD) project. Acta Psychiatr Scand. 2004;109(SUPPL. 420):21–7.
3. Kessler RC, Chiu WT, Jin R, Ruscio AM. The Epidemiology of Panic Attacks, Panic Disorder, and Agoraphobia in the National Comorbidity Survey Replication. Arch Gen Psychiatry. 2006;63(4):415–24.
4. G. Asmundson; S. Taylor. Anxiety Disorders: Panic Disorder With and Without Agoraphobia. 2008. p. 578–87.
5. Clark DM. A cognitive approach to panic. Behav Res Ther [Internet]. 1986 Jan [cited 2014 Apr 28];24(4):461–70. Available from: http://www.sciencedirect.com/
6. Salkovskis PM, Clark DM, Gelder MG. Cognition-behaviour links in the persistence of panic. Behav Res Ther. 1996;34(5-6):453–8.
7. Dresler T, Guhn A, Tupak S V., Ehlis AC, Herrmann MJ, Fallgatter AJ, et al. Revise the revised? New dimensions of the neuroanatomical hypothesis of panic disorder. J Neural Transm. 2013;120(1):3–29.
8. Moreno-Peral P, Conejo-Cerón S, Motrico E, Rodríguez-Morejón A, Fernández A, García-Campayo J, et al. Risk factors for the onset of panic and generalised anxiety disorders in the general adult population: A systematic review of cohort studies. J Affect Disord [Internet]. Elsevier; 2014;168:337–48. Available from: http://linkinghub.elsevier.com
9. American Psychiatric Association. PRACTICE GUIDELINE FOR THE Treatment of Patients With Panic Disorder. 2009;1:313–4. Available from: http://psychiatryonline.org/
10. Roy-Byrne, P., Craske, M.G., Stein MB. Panic disorder. Lancet. 2006;368(9540):1023–32.
11. Oromendia, P. Detección y tratamiento del trastorno de pánico a través de Internet: El apoyo psicológico como parte de un programa de autoayuda basado en la terapia cognitivo conductual. Tesis Doctoral, 2016.
12. Nezu, A.; Nezu, C; Lombardo E. Cognitive-behavioral case formulation and treatment design: A ploblem solving approach. New York, NY: Springer, 2004.
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